Cabanach
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El pasado viernes a las 8 de la mañana tenía una llamada perdida de Jordi Batiste. Por la hora que era pensé que se había equivocado y no le di importancia. A media mañana me mandaba un whatsApp informándome que Luigi Cabanach nos había dejado (1949-2018). Inmediatamente le llamé y me informó de los detalles de la ceremonia de despedida. También me decía que se encontraba bien y que fue una muerte súbita, como la que sufren algunos deportistas. Estaba preparando un disco nuevo y en plena forma. La suerte de este último disco es que Jordi Batiste tiene los archivos. Espero que de una manera u otra lo lleguemos a escuchar. Cabanach ha sido un guitarrista importante en la trayectoria musical de la música popular de los últimos 50 años. Su aportación ha sido vital y muy remarcable. Junto a Josep Maria París y otros como Max Sunyer, Emili Baleriola o Miguel Ángel Núñez, se le puede considerar un guitarrista imprescindible y pionero en el panorama musical de finales de los años sesenta y primeros setenta. Cabanach y los otros nombres citados fueron los encargados de poner su guitarra eléctrica al servicio de todo el panorama musical que surgía de Barcelona. Un dato muy destacable y que forma parte de la historia.
En cuanto a datos concretos, Cabanach formó parte del mítico grupo Màquina!, en su primera etapa. Màquina!, fundado por el binomio Batiste-Herrera, insufló aire fresco y nuevos sonidos y fue capital en una nueva manera de concebir el rock en este lado de los Pirineos. Con Cabanach, Máquina! publicaría temas que han pasado a la historia como "Lands of perfection" o "Look away our happiness (japineses)", sin olvidar el mítico LP Why? (1970) en el que compartiría guitarra con José María París y cogería el bajo eléctrico para la sesión del instrumental "I believe". En los estudios de grabación sería reclamado para poner la guitarra en diferentes proyectos como el del grupo Arrels. Con la llegada de la onda laietana y el Zeleste de Víctor Jou, Cabanach formaría parte de manera esporádica de uno de los grupos pioneros de toda aquella historia, la Orquestra Mirasol. Posteriormente se integraría a Música Urbana, el conjunto formado por Joan Albert Amargós y Carles Benavent. Con ellos grabaría el primer disco de la formación, Música Urbana (1976), otro álbum de culto para la historia. De aquellos años también cabe destacar que participó en la grabación del disco Canticel (1976) de Guillermina Motta, la banda sonora de la película Tatuaje (1978) de Bigas Luna, i giraría con Joan Manuel Serrat.
Con la fiebre de la guitarra flamenca que inundó Barcelona a partir de la segunda mitad de los años setenta, Cabanach también fue contagiado. Del mismo modo que en su día el maestro Toti Soler abandonó la guitarra eléctrica en favor de la guitarra española, Cabanach siguió los mismos pasos. De esta manera se convirtió en una pieza clave en el nacimiento de Gato Pérez formando parte de su grupo de acompañamiento y en las sesiones de grabación de los primeros discos: Carabruta (1978) y Romesco (1979). Desde entonces hasta hoy se convirtió en un músico querido, valorado, compañero de viaje de las diferentes aventuras de Jordi Batiste, con Ia & Batiste, pero también en los álbumes y proyectos en solitario de este. A finales de los años ochenta, Cabanach formó el grupo Meridiana, que fusionaba los sonidos flamencos con la rumba catalana y la sonoridad mediterránea. Su último proyecto era Kavanak. Cabanach, aquel que se llamaba Luis pero que entre los músicos y aficionados era conocido como Luigi, ha marchado, pero nos ha dejado su música. Su adiós coincidió con el adiós del poeta Màrius Sampere. Un hecho que me ha llevado a reflexionar sobre la diferencia de trato que existe entre los hombres de letras y los músicos. No quiero comparar estos dos hombres, ni quitar la importancia a la magnífica obra y trayectoria de ninguno de ellos. Sampera ha sido un gigante de las letras catalanas, sin embargo, su muerte coincidiendo con la de Luigi ha puesto de manifiesto la diferencia de trato que sufren los músicos en contraposición a los hombres de letras. Es decir, el desprecio a nivel cultural que recibe la música en comparación a las letras. Y no digo que la música tenga que ocupar el mismo lugar, sino que quizá debería estar más bien tratada. Mientras la mayoría de notas sobre el adiós de Cabanach han sido breves, de compromiso y con una redacción fría, el periodismo cultural se ha deshecho en grandes artículos y reportajes elogiando la obra de Sampere. Sampere ha aparecido en radio y prensa e incluso en la televisión han repuesto entrevistas suyas para recordarlo. Y no lo critico, al contrario, creo que está muy bien y es necesario. Sólo pongo de manifiesto la diferencia de trato que el llamado periodismo cultural hace entre las letras y la música. Y es curioso porque mientras la literatura en general es seguida por una parte más pequeña de la sociedad en comparación con la música, siempre ha gozado de una presencia mucho más amplia y menos marginal en el apartado de cultura de los diferentes agentes. Todo el mundo tiene una canción, escucha música o la música en general ha formado parte de su vida. En la literatura este mundo se ve mucho más minimizado por el público en general, sin embargo tiene la suerte de disfrutar de prestigio y respeto por parte de los diferentes agentes, mientras que la música y los músicos han sido prácticamente borrados y caricaturizados en la última década.